Cuando 4 ó 5 vecinos se juntaron en enero y decidieron volantear para ver si el vecindario se prendía, para ver si la impotencia que sentían frente al avance de las torres y la destrucción del barrio era compartido por más gente, probablemente no imaginaron que esto pudiera llegar tan lejos.
Fuimos 20, fuimos 50, fuimos más. Somos un petitorio de permanente ejercicio ciudadano avalado por 3.000 firmas de adhesión. Quedó claro que el sentimiento absolutamente mayoritario coincidía con el de aquellas pocas personas que se atrevieron a iniciar, a invitar a juntarse y a luchar. LOS VECINOS ESTABAN HARTOS DE QUE SE LOS PASE POR ENCIMA CON LAS TOPADORAS, CON LOS BALCONES SOBRE SUS PATIOS, CON LOS MALOS TRATOS y LOS PERJUICIOS A SUS CASAS DURANTE LAS CONSTRUCCIONES y otros atropellos, algunos tan poco creíbles, que se prefiere no citarlos.
De allí en más, la lucha no paró.
No es fácil enfrentar instituciones muy consolidadas, entender cuestiones técnicas de urbanismo, distribuirse las zonas de difusión para no dar siempre la vuelta a la misma manzana o estar parados en sólo y siempre una misma esquina, salir del trabajo o atravesar la ciudad en pleno invierno para ir a reuniones en la Legislatura al mediodía, a media tarde, o a la hora que sea, el día que fuere, un martes, un jueves, contactar a los medios para poder ser escuchados y recibidos, oponerse de alguna manera no al “progreso” (porque progreso es claramente otra cosa más abarcadora que el ramo de la construcción, mucho más amplia que construir lo más alto posible), sino al abuso y la especulación de intereses económicos mucho más influyentes que un grupo de vecinos.
Así y todo, seguimos. Todavía no terminamos. Todavía la ley no fue votada (aunque probablemente no tarde en llegar ese día tan esperado). Nadie canta victoria hasta que esa modificación del “Código” -que es la que los vecinos consideramos justa y adecuada y, sobre todo, respetuosa del medio ambiente y del entorno- no esté en plena vigencia y dejemos de ver topadoras y moles de más de 30 metros de altura erigiéndose como monstruos ante nuestra impotencia de pigmeos.
Pero sí vale la pena festejar y compartir con todos los que nos acompañan a través de este blog, festejar y compartir desde ya la enorme y enriquecedora experiencia humana y ciudadana que nos dio trabajar juntos en este grupo, unirnos y saber que sólo de a muchos podemos lograrlo, y para eso:
- aceptar y aprovechar la diversidad de nuestras ideologías, potencialidades y saberes,
- respetar las divergencias y dejar que todos prueben y aporten, aprueben y desaprueben desde propia perspectiva,
- no bajar los brazos, pase lo que pase,
- aprender a aceptarnos tal como cada uno es.
Esto, más parecido a un mensaje de prédica religiosa que a uno de militancia ciudadana, tal vez nunca lo hayamos reflexionado ni teorizado, pero es lo que nos dio fuerza a todos para seguir, avanzar y continuar….
El esfuerzo es enorme, pero es grato cuando el objetivo es claro y el peso del trabajo es repartido. El esfuerzo es grande, pero no se compara con la alegría de saber que esas frases que a veces escuchamos (“ya es tarde”, “no se puede”, “ellos tienen la plata”…) no siempre son verdades tan absolutas.
Ojalá esta experiencia, al compartirla, sea el germen de otras tantas luchas ciudadanas que valen la pena para ir ganando una democracia cada vez más participativa y transparente.
"Salvemos..."
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